Crónicas de Viaje

El día que los CERROS ORIENTALES dejaron

de ser una ACUARELA DE VENTANA

La apariencia de montañistas de esas 20 personas que se abrían camino entre laberintos de asfalto tibio en la mañana fría bogotana, rayaba con la cotidianidad de una ciudad enredada entre nudos de corbatas de concreto y ladrillo. Era el equipo de trabajadores de 14 Ochomiles, una tienda de artículos para actividades al aíre libre. (curiosa expresión: Aíre libre) que decidió internarse por unas pocas horas en los bosques de las montañas bogotanas. La idea era clara: mostrar que para “vivir afuera”* en Bogotá no se necesita ir muy lejos. Aún no comprendo cómo la mayoría de urbanoides bogotanos no se atreven a explorar esos sublimes bosques estando tan cerca.

Así pues, desde temprano empezamos a caminar aguas arriba por la quebrada Las Delicias que atraviesa la avenida circunvalar a la altura de la Calle 66. El cambio de panorama no es transitorio, es casi repentino. Es más, el sendero de la quebrada pasa por debajo de los puentes vehiculares. Es mágico, es como atravesar un umbral invisible a una dimensión totalmente distinta dentro de la misma Bogotá. Una dimensión verde repleta de vegetación, caídas de agua, el sonido del viento acariciando las copas de los árboles y un paisaje rocoso fascinante. Caminamos casi una hora por un sendero que ha sido readecuado para los caminantes con puentes, señalización y tramos en madera. Los domingos, la policía está presente durante todo el recorrido. En esta ocasión nos acompañó el patrullero Flores; hay que nombrarlo porque es un policía conocido en los cerros orientales porque los conoce muy bien; es que le gusta caminar por las montañas; además habla inglés y mandarín muy bien. Las Delicias es una quebrada bella, con caídas y pozos de agua rodeados por rocas cubiertas de musgo y vegetación. La última cascada es un resbaladero vertical como de 18 metros de alto con troncos caídos atravesados.

Fue especial ver cómo los trabajadores de 14 Ochomiles disfrutaban del espacio, algunos en compañía de sus hijos. Es que el camino tiene mucha mística, había que sortear troncos, brincar por rocas y pasar el río varias veces. Cuando llegamos a la última cascada, algunos decidimos ascender por el trepadero de roca y vegetación para subir un poco más. Fue una parte algo fuerte, de mucha concentración y sobre todo, de cooperación; es bonito ver un equipo de gente avanzando entre todos, apoyándose unos con otros para lograr objetivos comunes. En el último tramo, tuvimos que escalar una roca pequeña, de menos de 2 metros. La idea era hacer el paso de escalada sin ayuda. Casi todos lograron el reconfortante reto.

El premio fue llegar a un camino de roca desde donde se ve Bogotá. De un lado se escucha el amotinado sonido de los motores, y del otro, el río, el viento, las aves. Estar en ese lugar lo pone a uno a pensar en verde, a reflexionar sobre la vida que llevamos como habitantes de una metrópolis; el estrés de la ciudad contrastado con la posibilidad de correr por los bosques y de respirar aire recién purificado. En ese punto uno se puede dar cuenta de que efectivamente existe un umbral mágico entre la ciudad y las montañas. Ese umbral es uno mismo. Vive afuera, dirían los de 14 Ochomiles. Así pues, ese domingo descubrimos que los cerros orientales no son acuarelas decorativas; hay vida dentro del lienzo. Es que hay un mundo afuera esperando ser descubierto. Descubierto para cuidarlo, amarlo, y resignificarlo como parte de la vida cotidiana. Las ciudades deben ser más verdes, así tendremos mentes más verdes y sobre todo, más sanas.

* Vive afuera: Slogan de 14 Ochomiles

Texto y fotografías: Javier De La Cuadra

“Una Cumbre Médica en el Cocuy”

Por: Javier De La Cuadra (Guía Profesional)

El 2 de enero, recién empezando el 2013, viajamos con un grupo de 17 personas a la Sierra Nevada del Cocuy. Sarita era la más joven con 12 años; y no sé quién era el más viejo, pero podría tener algo más de 5 décadas encima Si había alguien en el sexto piso, se conserva muy bien. El caso es que era un grupo diverso y muy unido, entre otras cosas porque la mayoría trabaja en el área de la salud: Anestesiólogos, pediatras, cirujanos, ginecólogos, odontólogos, algunos con sus familias… había también un padre con su hijo, ambos ingenieros, un ciudadano estadounidense muy fuerte y un joven viajero solitario colombiano. Tanto médico fue el motivo perfecto para que la excursión se llamara “Cumbre Médica, Cocuy 2013”…Así pues, nuestra excursión comenzó en el pueblo del Cocuy desde donde viajamos durante casi una hora en un bus hasta la entrada al parque por Lagunillas. Fue un recorrido polvoroso pero agradable. Sobre todo porque desde ese momento la sierra nos recibió con un cielo limpio de nubes, se veían venir días soleados y así fue, el verano durante nuestra excursión fue absolutamente azul. Desde el bus vimos con gran motivación los picos nevados de la sierra. La primera caminata fue de un par de horas hasta la cabaña de Sisuma, donde la atención y la comidason maravillosas y no porque sea un hotel 6 estrellas con piscina, (menos mal que no lo es) sino porque tiene el ambiente de una casa campesina: Cálida, acogedora, tranquila y con una vista hacía la cumbre del pan de azúcar no menos que fenomenal. Allí descansamos durante el resto de ese día, contemplando el privilegiado paisaje.

Al otro día no muy temprano, caminamos hasta el alto de Cusirí. La caminata fue muy rica, divertida y al final durita, pa qué. Pero todos llegamos hasta el paso de Cusirí a más de 4.600 metros sobre el nivel del mar. Todos se esforzaron en la última subida, nadie se quejó, todos fueron muy fuertes; es que el recorrido por las lagunas es inspirador. El viento soplaba muy fuerte, pero llegar a ese paso y poder ver hacía el otro lado es una experiencia hermosa. Martica, nuestra acogedora guía local nos recibió con un almuerzo de altura: sándwiches, y mecato. Rico. Así pues después de nuestra caminata por las lagunas volvimos a Sisuma a cenar y a prepararnos para el siguiente día, donde una parte del grupo intentaría cumbre en el Pan de Azúcar y la otra iría hasta el borde de nieve.

Todos estaban muy animados. Al otro día, muy temprano en la madrugada: como a las 3 am luego de un desayuno energético, iniciamos nuestra fría caminata hacía el Pan de Azúcar. Fue un poco larga y extenuante. El paso del conejo es exigente. Luego viene la laja que es eterna. Al cabo

de unas 5 horas llegamos al borde de nieve. Hay que decir que el viento soplaba con ganas, lo que hacía de esos minutos antes de iniciar el asenso por el glaciar un helado momento. Ponerse los crampones, el arnés, todo era complejo con ese frío tan verriondo. Al final todos equipados, iniciamos en dos cordadas el asenso. Una liderada por Ramiro, nuestro guía local de montaña, que es muy fuerte, y la otra por mí. Es duro, sobre todo en las partes más pendientes pero se notó el entrenamiento de los expedicionarios durante los meses anteriores. Qué bueno. Avanzar en cordada por las montañas es una experiencia increíble: La fuerza de cada uno está en constante dependencia de la fuerza del resto. Hay momentos en los que uno piensa en silencio: Qué hago acá; luego de imaginar la ciudad y su estrés, los trancones, la vida cotidiana, la cabeza misma responde, “ya sé que hago acá, estoy sintiéndome vivo”. La prudencia a razón del fuerte viento impidió que ascendiéramos por la cresta hasta la cumbre, así que caminamos hasta la antecima del Pan de Azucar… …que maravilloso lugar. (Que recuerdos) No hay fotos suficientes que relaten la experiencia… Sólo el suspiro de cada uno de los que estuvieron allí puede dar fe de esa sensación tan fría pero infinitamente cálida…

El resto del grupo subió hasta el borde de nieve. Permanecieron un rato corto allí a razón del ventarrón y regresaron. Todos muy fuertes. Los niños me sorprendieron con su fuerza de voluntad. No es fácil ver niños así de fuertes por estos días. Bien por los padres.

Todos regresamos muy cansados hasta la cabaña de Sisuma, es un descenso desgastante; luego derechito hasta la entrada a lagunillas, donde un vehículo llevó al grupo hasta el pueblo del Cocuy. Al otro día, cada uno a sus ciudades a suspirar por una excursión inolvidable. Es maravillosa la vida

en las montañas.

Fin…

Por: Javier De La Cuadra